Los
mexicas fueron el último pueblo mesoamericano que condensó una rica y compleja
tradición religiosa, política, civilizatoria, cosmológica, astronómica, filosófica y artística
aprendida y desarrollada por los pueblos de Mesoamérica a lo largo de muchos
siglos. Junto con los mayas son el tema más estudiado de la historia
mesoamericana dado que se conservan fuentes documentales y arqueológicas, así
como numerosos testimonios hechos en su mayoría de forma posterior por
sobrevivientes de
La
mitología mexica, hecha bajo el mandato virtual de Tlacaélel, situó el origen mítico en Chicomóztoc
(náhuatl: chicome-oztotli-co, 'Lugar de las
siete cuevas' )?,
sitio relacionado con Aztlán —de donde viene
el etnónimo azteca—, aunque no
existe consenso sobre el punto exacto donde se encuentre el sitio por tratarse
de un sitio mítico. La lengua de los mexicas era el náhuatl clásico, que actualmente es la
lengua indígena con la mayor comunidad lingüística en México. El etnónimo azteca fue popularizado por
investigadores muy posteriores a su tiempo. Los mexicas se llamaban a sí mismos
de esa forma, y las crónicas posteriores los designaron en todo momento como mexicanos o los de México.
A
la llegada de los españoles, los mexicas
mantenían relaciones de tensión con los altepetl sometidos, a los que les imponían
fuertes cargas tributarias. Esta situación fue aprovechada por los recién llegados
en 1519, que rápidamente establecieron
alianzas con los zempoaltecas y los tlaxcaltecas. Tras la caída de México-Tenochtitlan,
la élite gobernante mexica fue sometida e integrada gradualmente a la sociedad
colonial, recuperando muchos de ellos cargos y privilegios.
El
resto de la sociedad mexica sufrió una serie de colapsos -principalmente el
demográfico- en todas sus estructuras pero fueron muchas las continuidades y
resistencias que permanecieron por mucho tiempo y hasta nuestros días en los
pueblos indígenas de México, aunque el grueso de la población entró en un
proceso de una caída demográfica histórica en menos de un siglo sufrida por
todos los pueblos indígenas por las nuevas enfermedades europeas y la
explotación española.
Los mexicas —llamados posteriormente aztecas— fueron un
pueblo indígena de filiación nahua que, tras una larga
peregrinación, fundó México-Tenochtitlan,
una ciudad o āltepētl que hacia el siglo XV en el periodo Posclásico
tardío se convirtió en el centro de uno de los Estados más extensos que conoció Mesoamérica asentados en un islote al
poniente del Lago de Texcoco hoy prácticamente desecado, sobre el que se
asienta la actual Ciudad de México.
Aliados con otros pueblos de la cuenca lacustre del valle de México —Tlacopan y Texcoco—, los mexicas sometieron a varios pueblos
indígenas que se ocuparon el centro y el sur del territorio actual
de México agrupados territorialmente en altepetl.
Gracias a sus conocimientos de física los orfebres pudieron
emplear varias técnicas en su trabajo (como la de la cera perdida), fundir oro
con la plata, etc. Elaboraban todo tipo de figuras y adornos pulseras,
collares, pectorales, pendientes, etc. Frecuentemente el metal se combinaba con
piedras preciosas (turquesa, amatista, jade, cristal de roca) o con conchas.
Se construyeron pirámides escalonadas en Cholula, Xochicalco
y Teotihuacán.
Los aztecas fueron hábiles escultores. realizaban esculturas
de todos los tamaños, diminutas y colosales, en ellas plasmaban temas
religiosos o de la naturaleza. Captaban la esencia de lo que querían
representar y luego realizaban sus obras con todo detalle.
En las esculturas de gran tamaño solían representar dioses y
reyes. Las de pequeño tamaño se reservaban para la representación de animales y
objetos comunes. Se usó la piedra y la madera y, en ocasiones se enriquecían
con pintura de colores o incrustaciones de piedras preciosas.
El color es fundamental en la pintura. Se trata de un color
plano, sin matices ni sombras y, posiblemente con connotaciones simbólicas.
Aparece ligada a la arquitectura, decorando los edificios.
Los adrornos hechos con plumas tuvieron gran importancia en
América Central. Las plumas más apreciadas eran las del quetzal (verdes) las
del tlauquecholli (rojas) y las del xiuhtototl (azul turquesa). Con ellas
hacían tapices y adornaban mantas, máscaras rituales, escudos o trajes de
guerreros.